El cierre de Pascua-Lama

enero 25, 2018 Posted by Miguel

El gobierno chileno multa y expulsa a la Barrick Gold

Fin de una utopía reaccionaria: “el Tercer País”

En memoria del gran luchador ambiental Javier Rodríguez Pardo

En octubre de 2011, publiqué el libro “El Mal. El Modelo K y la Barrick Gold. Amos y servidores en el saqueo de la Argentina”, donde revelé los antecedentes criminales de la megaminera canadiense (que supo ser en sus orígenes tapadera de la CIA), denuncié el gigantesco peligro ambiental que suponía el proyecto Pascua-Lama y cuestioné que varios gobiernos de Argentina y Chile hubieran firmado un Tratado y diversos Acuerdos Bilaterales (algunos secretos), hechos a medida para favorecer a la empresa.


Peter Munk, dueño de Barrick Gold y Cristina Fernández de Kirchner
En aquel momento, Cristina Fernández de Kirchner había ganado las elecciones con el 54 por ciento de los votos y mi libro era manifiestamente inoportuno, porque recordaba que la Presidenta había vetado la ley de glaciares para beneficiar, directamente, a la Barrick Gold.



Apenas cuatro años después, mis previsoras advertencias se convirtieron en  noticia, con un primer derrame de agua cianurada al que siguieron otros dos, al año siguiente, ya en la era de Mauricio Macri, tan sometido como Cristina a las supuestas bondades de la empresa canadiense.
En total los derrames superaron el millón de metros cubicos, unas diez veces más que el desastre ocurrido en el sistema fluvial Tisza-Danubio, que motivó –a nivel de toda Europa-la prohibición de la megaminería que utiliza cianuro.


Ministro de Medio Ambiente
disfrazado por voluntad propia
Las multas aplicadas fueron ridículas y el ministro de Ambiente, Sergio Bergman, sólo atinó a disfrazarse de rúcula, en un happening que hubiera envidiado Martha Minujin.


Parecía que el gatopardismo se impondría, hasta que el 18 de enero último, la Superintendencia de Medio Ambiente de Chile dispuso –entre otras medidas punitivas- “la clausura total y definitiva” del Proyecto Pascua Lama y la Compañía Minera Nevada SpA, que es como quiso llamarse allí la Barrick Gold.




De este modo se ponía fin a la utopía reaccionaria del Tercer País, inventada por las mineras e institucionalizada por los políticos corruptos de Argentina y Chile. Ese tercer país de las alturas infranqueables, flojo de aduanas y controles estatales, que describió con agudeza el economista chileno Julián Alcayaga.


¿Cómo hará el macrismo en el poder para seguir beneficiando a la Barrick y otras megamineras que están violando la Ley de Glaciares y la de Ambiente? ¿Se animará en marzo a presentar su propia Ley de Glaciares, en favor de quienes vienen a contantaminar y saquear el territorio nacional? ¿Habrá algún legislador argentino que proponga la denuncia de un Tratado Binacional, que ha dejado de tener vigencia? ¿Avanzará ahora el proceso que está llevando a cabo, con honradez, el juez Sebastián Casanello?


Mientras estas preguntas esperan respuesta, conviene repasar las razones que tuvo el gobierno chileno para clausurar Pascua Lama y expulsar a la empresa, tras el pago de una multa que para el monstruo es la papa del loro.


“Daño ambiental irreparable”

La Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) de Chile determinó que cinco de los incumplimientos de la empresa “merecen la sanción de clausura total y definitiva”. De estos cinco, dos “produjeron además daño ambiental irreparable”.

Evidente destrucción de glaciares en las
zonas mineras de Chile y Argentina

Además de la clausura se impuso una multa de 6.973 millones de pesos chilenos, que equivalen a 11.570.482 dólares, cifra manifiestamente insuficiente para compensar daños ambientales de gran magnitud. Realmente exigua, si agregamos los estragos considerados “irreparables” y otros que no suelen estimarse en las indemnizaciones: nadie ha calculado hasta ahora cuánto vale una montaña dinamitada o un glaciar envenenado.

La SMA recordó que en junio de 2016 se unificaron dos procedimientos de sanción contra la minera (uno de los cuales se había originado en 2013). La acumulación de ilícitos ambientales, que conforman un verdadero ecocidio, más la presión social de ambientalistas y regantes permitió que este monopolio, nacido en las oscuridades del poder imperial, fuera finalmente sancionado. No hay exageración: baste recordar que la Barrick Gold tuvo accionistas tan influyentes como el ex director de la CIA y Presidente de los Estados Unidos George Herbert Walker Bush y el traficante de armas saudita Adnan Kashoggi.


No es de extrañar, entonces, que el procedimiento significara “un enorme esfuerzo de investigación y análisis llevado adelante por un equipo multidisciplinario de la SMA, incluyendo la revisión de miles de páginas de documentación e informes especializados de diversos peritos y solicitudes de información a servicios públicos, entre otras diligencias”.

Recordando el folleto de Barrick sobre el manejo de los glaciares


Entre los múltiples incumplimientos de la empresa canadiense que justifican la aplicación de la clausura definitiva “se encuentra la intervención de vegas altoandinas; la afectación de diversas especies de fauna y flora nativa (entre ellas, algunas protegidas por categorías de conservación), el monitoreo incompleto de glaciares y glaciaretes; la descarga de aguas ácidas al río Estrecho sin cumplir con las normas de calidad del agua, entre otros. Esta sanción toma en cuenta la importancia del daño causado, como también la criticidad, extensión y duración del efecto generado”.

Macri también va por la destrucción de los glaciares


Si a estas gravísimas irregularidades perpetradas en territorio chileno, le sumamos los tres derrames de agua cianurada ocurridos en nuestro suelo, entre 2015 y 2016 (o sea, entre CFK y Macri), podemos afirmar que estamos ante un verdadero “ecocidio” andino.
Este ecocidio hubiera sido impensable sin la complicidad dolosa de los dirigentes políticos locales (tanto provinciales como nacionales) y por eso vemos ahora a Mauricio Macri, tratando de “reformar” la ley de glaciares por los mismos motivos inconfesables que tuvo Cristina en su momento para vetarla de manera total. Unos son cipayos “nacionales y populares” y otros cipayos gerenciales y oligárquicos. Ninguno de los dos responde al interés nacional, que se resume en el sencillo slogan acuñado por los verdaderos ambientalistas de todos los tiempos: “sin oro podemos vivir, sin agua, no”.